El triángulo de la lucha de clases – Episodio 2
Para una teoría de la clase media asalariada
Como dijimos en Vasos y faroles, pensamos que es posible definir de manera teórica la clase media asalariada (CMA). Esto consiste en situar a esta categoría de la población en la mecánica de la reproducción de la relación proletariado/capital. La CMA tiene una función orgánica en esta reproducción. No se trata sólo de una capa, definida de forma inevitablemente imprecisa por su nivel de vida, que se aproximaría en ocasiones al proletariado, así como a veces a la burguesía. El capital necesita la CMA, y hace lo que sea necesario para reproducirla con el fin de que siempre asuma su función. Se trata, por tanto, de comprender la posición y el rol de la CMA en la producción y circulación de la plusvalía.
1. – La pequeña-burguesía según Baudelot, Establet y Malemort (BEM)
1.1 – Salario y valor de la fuerza de trabajo de la clase media
Baudelot, Establet y Malemort (La petite bourgeoisie en France, Ed. Maspero, 1974.), tres autores marxistas tradicionales, tratan la cuestión de la CMA de forma más empírica que teórica, pero proporcionan un punto de ataque convincente. Su método consiste en comparar el valor de la fuerza de trabajo de los miembros de la clase media con sus salarios efectivos. Encuentran una diferencia, que es definitoria de la clase media. Resumamos su manera de proceder.
¿Cómo comprender la jerarquía de los salarios desde el obrero hasta el ingeniero? ¿El capital paga más caro a este último porque la producción de su fuerza de trabajo es más costosa que aquella del trabajador? La respuesta de BEM es sí y no. Para ellos, la jerarquía de los salarios no está enteramente justificada por las disparidades de valor entre las diferentes fuerzas de trabajo. El capital paga la fuerza de trabajo del ingeniero a su valor (el coste de su reproducción), pero añade un suplemento, que analizan como una devolución de plusvalía. Los trabajadores productivos de la CMA dedican una parte de su jornada a reproducir el valor de su fuerza de trabajo, y el valor que producen más allá es, por definición, plusvalía. Una parte de esta plusvalía se devuelve a la CMA. Para los trabajadores no-productivos de la CMA, la devolución se realiza a través de mecanismos redistributivos en los que está implicado, entre otros, el Estado.
Así es como BEM proceden en su demostración:
En 1973, la jerarquía de los salarios se estima como sigue (p. 163):
Cuadro administrativo superior | 6800 Francos/mensuales |
Ingeniero | 6000 |
Trabajador cualificado | 1660 |
Trabajador especializado | 1320 |
Operario | 1110 |
BEM se preguntan entonces: ¿cuáles son las bases económicas de la jerarquía de los salarios? ¿Corresponde a las diferencias en el valor de las distintas fuerzas de trabajo? Para responder, BEM procederán a estimar estos diferentes valores, teniendo cuidado de hacer suposiciones contrarias a su punto de vista, es decir, maximizando el valor de la fuerza de trabajo de las profesiones mejor pagadas. Cuanto más altas sean sus estimaciones del valor de la fuerza de trabajo, menos válida será su idea de que el salario de la CMA contiene un suplemento. Sin embargo, a pesar de sus hipótesis maximizadoras, no consiguen hacer encajar lo que consideran el valor de la fuerza de trabajo con los salarios observados. Siempre encuentran que el salario es superior al valor de la fuerza de trabajo de los miembros de la CMA.
Para calcular el valor de la fuerza de trabajo, la descomponen en sus diferentes elementos, a saber:
-
Desgaste de la fuerza de trabajo: alimentación, alojamiento, descanso, atención médica, etc.
-
Cualificación: costos de la formación inicial, costos de la formación continua.
-
Reproducción familiar: educación de los hijos, mantenimiento del cónyuge, etc.
Composición del valor de la fuerza de trabajo del ingeniero (cifras de 1969):
Desgaste de la fuerza de trabajo: BEM presuponen que las necesidades del ingeniero para combatir el desgaste de la fuerza de trabajo son las mismas que para el trabajador cualificado (p. 216). Eligen el salario de un trabajador cualificado (TC) porque éste correspondería exactamente al valor de su fuerza de trabajo. Fundamentan esta hipótesis en datos estadísticos de consumo. ¿Quiere esto decir que el salario del TC es el salario de un trabajador que más se aproxima al de un directivo sin incluir una « devolución »? ¿O bien hay que admitir que el salario del TC es inferior al valor de su fuerza de trabajo? Ambas hipótesis son admisibles, pero BEM no lo explican. No se trata aquí de comparar sus consumos efectivos, sino de dar un valor a lo que necesitan para reproducirse inmediatamente. BEM presuponen la hipótesis de que el ingeniero necesita igual cantidad de calorías, la misma superficie habitable, etc. que el TC. La fuerza de trabajo del ingeniero se desgasta de la misma manera, a la misma velocidad, que aquella del TC. Por lo tanto, este componente del valor de la fuerza de trabajo (desgaste inmediato) es el mismo para el TC y el ingeniero. Este es el postulado de BEM.
Cualificación: Conformes a su principio de maximizar el valor de la fuerza de trabajo de los asalariados de la CMA, BEM plantean que los costos de su formación inicial son asumidos por ellos mismos, y no por el Estado. Sin embargo, es el Estado quien financia la formación inicial de los trabajadores en un gran número de países, y en particular en Francia, de donde BEM obtienen sus cifras. Para evaluar los costos de formación inicial, utilizan los datos de la Educación Nacional:
Costo de la formación de un ingeniero: 66.000 F
Costo de la formación de un TC: 11.300 F
Lo que, según calculan, da un suplemento de valor para la fuerza de trabajo del ingeniero equivalente a 114 F1/mes a lo largo de su vida activa. A esto hay que añadir los costos de mantenimiento del joven durante los diez años más de estudio que efectúa el ingeniero en relación al TC. Esto equivale a un incremento del valor de la fuerza de trabajo de 375 F/m. Sin embargo, no es el ingeniero quien paga estos montos, sino sus padres. Pero él mismo tiene hijos, y tiene que pagar por sus estudios. El cálculo consiste, pues, en transferir el valor de su formación inicial a la formación de sus hijos. BEM suponen que el ingeniero paga los estudios de dos hijos, es decir, (114+375) x 2 = 980 F/m.
Costos de formación continua: BEM postulan que no hay ninguno para el TC y que los del ingeniero corresponden enteramente al ítem cultura/ocio de su consumo, es decir, 86 F/m.
Reproducción familiar: BEM estiman que los hogares de trabajadores cualificados y de ingenieros tienen el mismo número de hijos y, por tanto, necesitan la misma superficie habitable, el mismo mobiliario, etc. La única diferencia significativa entre el TC y el ingeniero se encuentra en los costos de los estudios de los hijos, tratados en el párrafo anterior.
Al final, el valor de la mano de obra del ingeniero se estima como sigue (p. 221):
Valor incluido en cualquier fuerza de trabajo (asal. TC) | 1125 |
Costos suplementarios | 0 |
Desgaste suplementario | 0 |
Cualificación suplementaria inicial | 980 |
Cualificación suplementaria continua | 86 |
Reproducción familiar | 0 |
Total | 2191 |
Por lo tanto, el valor de la fuerza de trabajo del ingeniero se estima en 2191 F/mes. Pero en 1969, el salario medio de un ingeniero era de 3.832 F/m. Así pues, este salario contiene 1632 F de plusvalía. El salario del ingeniero se compone de un 42,6% de plusvalía « devuelta ».
Nuestros autores concluyen de este análisis que los « pequeño-burgueses » son aquellos que, debido a su lugar en las relaciones de producción, « la burguesía les devuelve una fracción de la plusvalía » (p. 224). O también: « Son pequeños-burgueses todos aquellos que no son capitalistas y que reciben como ingreso, cualquiera que sea la forma de este ingreso (salario, beneficio comercial, honorarios, retribución), una suma de dinero superior al valor de su fuerza de trabajo ». (id). Volveremos más adelante a las nociones de pequeña-burguesía y devolución de plusvalía.
A continuación, BEM aplican los cálculos anteriores a todo tipo de categorías socio-profesionales, lo que da:
Salario o ingreso (francos/m) | % plusvalía en el salario | |
Cuadro admin. Sup. | 4468 | 55,4 |
Ingeniero (*) | 3882 | 47,9 |
Prof. Agregado | 2882 | 41,0 |
Cuadro admin. Medio | 2437 | 43,0 |
Prof. certificado | 2115 | 24,0 |
Técnico | 1899 | 26,7 |
Profesor | 1494 | 6,9 |
Empleado | 1240 | 0,0 |
Profesiones liberales | 4875 | 54,0 |
Gran comerciante | 3165 | 60,0 |
Pequeño comerciante | 1532 | 19,5 |
(*) Base de cálculo ligeramente diferente de la anterior
Se constata que, cuanto más elevado es el ingreso, mayor es la parte de plusvalía que contiene. Las tres últimas filas de la tabla se refieren a las profesiones no asalariadas (por cuenta propia). En nuestra opinión, no es legítimo incluirlos en el análisis de la « devolución » de plusvalía. Más adelante se verá por qué.
1.2 – Sobreconsumo y acumulación de reservas en la CMA
BEM deducen de las cifras que utilizan que, en 1968, la « pequeña-burguesía » representaba el 17% de la población activa, frente al 70% del proletariado en sentido amplio (incluyendo a los empleados y técnicos « cuasi-proletarios », concretamente, pp. 150-152). Aunque minoritaria, la « pequeña-burguesía » ocupa más « superficie social » debido a su sobreconsumo. La « pequeña-burguesía » compra más, ocupa casas más grandes, conduce coches más grandes, etc. Esta constatación de BEM es interesante en el sentido que hace de la llamada sociedad de consumo un fenómeno propio de la clase media. Es menos interesante cuando se apoyan en ella para denunciar el consumo de lujo y llamar a la reorientación de la producción hacia las necesidades reales de los trabajadores, después de la revolución (pp. 244-245).
El sobreconsumo es posible por el hecho de que los ingresos de los « pequeños-burgueses » incluyen una parte de plusvalía. Esta parte también les permite ahorrar, construir un patrimonio.
« Sobreconsumo de lujo y, sobre todo, la acumulación [de un patrimonio] son las dos pruebas principales de que el capitalista devuelve al pequeño-burgués una parte de plusvalía » (p. 248). Estas son también los signos distintivos de la clase media con respecto al proletariado. Pero BEM no son muy precisos en cuanto al término « consumo de lujo ». Si con esto se refieren a todo lo que el trabajador no puede comprar, el término es inapropiado, y es mejor hablar de sobreconsumo (casas más grandes, vacaciones en el extranjero, coches más potentes, etc.). Si quieren hablar del sobreconsumo de productos de lujo, aquellos que son fabricados por la industria del lujo, se están refiriendo a un segmento de consumo demasiado estrecho. En efecto, muchos de los hogares de la CMA que sobreconsumen no tienen los medios para adquirir los productos de lujo.
1.3 – Las tres fracciones de la pequeña burguesía
BEM distinguen tres fracciones en la pequeña burguesía (p. 252). Numéricamente, en 1968, las tres fracciones son aproximadamente iguales, entre 1,1-1,2 millones, sobre una población activa total de 20,4 millones, de los cuales 7 millones son obreros (p. 52) y 13 millones proletarios en sentido amplio (p. 303). La distinción entre las fracciones se realiza en función de:
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la situación de clase, definida por la posición en las relaciones de producción y extracción de la plusvalía
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la posición de clase, definida por el rol desempeñado en las luchas sociales y la estrategia colectiva adoptada en el marco de la confrontación proletariado/capital.
1.3.1 – Los pequeños comerciantes
Constituyen lo que BEM denominan la fracción I de la pequeña-burguesía. Insisten en separar a los pequeños comerciantes de los artesanos. Estos últimos fueron rápidamente liquidados por el capital porque necesitaba de obreros. El pequeño comercio, en cambio, tuvo un papel positivo y duradero en la realización del valor y la recaudación de la plusvalía. Antes de la introducción del automóvil, las mercancías debían entregarse en zonas residenciales, no muy lejos de los consumidores. El comercio local era necesario. Tras la Segunda Guerra Mundial, el rol del pequeño comercio declinó, pero aún así, no desapareció completamente.
Para BEM, esta fracción tiene una fuerte identidad económica y social. Se caracteriza por su oposición a la clase obrera, así como también al capital. Pero está destinada a proletarizarse. Curiosamente, BEM asocian las profesiones liberales con esta fracción. Tendrían en común ser independientes, de derechas y estar a favor de la libertad de los precios.
Observamos que la fracción I agrupa a los pequeños-burgueses no asalariados.
1.3.2 – Fracciones II y III
Estas fracciones agrupan a los pequeños-burgueses asalariados.
Fracción II: pequeños-burgueses de la administración del servicio público
Fracción III: pequeños-burgueses gestores de la producción, el comercio, los bancos y seguros.
BEM examinan la situación de clase de cada fracción. La extracción de la plusvalía de la cual se beneficia la fracción II no se efectúa a nivel de la producción de plusvalía, como en el caso para la fracción III. Tampoco tiene lugar a nivel de la realización de la plusvalía, como es el caso de la fracción I. Se lleva a cabo en un proceso redistributivo garantizado por el Estado según redes rígidas y anónimas (no hay mercado del trabajo para los funcionarios, ni negociación individual del salario).
Al análisis en términos de situación de clase, BEM le añaden aquel en términos de posición de clase. En cierto modo, hacen que la situación de clase se corresponda con la expresión política de cada fracción. Así, la fracción II está más bien a la izquierda, susceptible de aliarse con el proletariado. La fracción III está más bien a la derecha.
En resumen:
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La Facción I es reaccionaria, bien organizada política y sindicalmente (Poujade, Nicoud).
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La Facción II es progresista. Se une al proletariado en la oposición al gran capital en cuestiones como la educación y la salud. Pero « nada lo prepara para comprender la idea central del socialismo: la dictadura del proletariado » (p. 293).
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La fracción III es de derecha, poco organizada, poco activa sindical y políticamente. Se desarrolla numéricamente porque el capital necesita cada vez más de trabajo intelectual altamente cualificado a medida que profundiza la descualificación del trabajo manual.
2. – Límites del modelo de Baudelot, Establet y Malemort
Los análisis BEM proporcionan un marco general interesante, pero también plantean varios problemas.
2.1 – Actualización de las cifras
Según Baudelot, en 2016 no existe una actualización de las cifras que él y sus colegas establecieron a principios de los años 70. Queda excluido que se proceda a dicha actualización. Aquí sólo rescatamos de sus trabajos el método basado en la evaluación de la diferencia entre el valor de la fuerza de trabajo y el salario. Y consideramos que los resultados con cifras actualizadas no serían cualitativamente diferentes. Cuantitativamente, es probable que estén más que confirmadas. La CMA es más numerosa, la jerarquía de los salarios se ha ampliado, y las brechas de consumo y ahorro se han fortalecido. Por lo tanto, es razonable suponer que la brecha entre el salario y el valor de la fuerza de trabajo de la CMA sería confirmada hoy por las cifras actuales.
2.2 – ¿Salario neto o masa salarial?
BEM utilizan en sus investigaciones la variable de los salarios netos, « lo que se encuentra en la parte inferior de la boleta de pago ». No vemos por qué no se incluyen las cotizaciones sociales (parte patronal y parte salarial), que forman parte del valor de la fuerza de trabajo (salario indirecto) y los demás componentes del salario socializado (ayudas familiares, las Ayudas Personalizadas para Vivienda (APL), las reducciones de impuestos, etc.). Las cantidades que asalariados y patrones pagan en concepto de cotizaciones sociales (enfermedad, vejez, accidentes de trabajo, etc.) constituyen primas de seguro. Representan la compra de un servicio, que es una de las mercancías consideradas, en muchos países, como parte de la subsistencia necesaria para la reproducción de la fuerza de trabajo. La división entre la parte salarial y la parte patronal no debe inducir a error. Es sólo una convención establecida por el uso y la negociación. Lo que cuenta en la evaluación del valor de la fuerza de trabajo es la suma de las dos partes, es decir, la masa salarial que el patrón debe desembolsar para contratar. Por lo tanto, en la evaluación del valor de la fuerza de trabajo, BEM descuidan la protección social. ¿Modifica esto los resultados a los que llegan?
En lo que respecta a los salarios de la clase media, los gravámenes sobre la parte salarial y la parte patronal se aplican indistintamente a los dos componentes del salario, aquel que corresponde al valor de la fuerza de trabajo y el que corresponde al suplemento. Así, si se aplica la misma variación de la tasa de gravámenes a las dos partes del salario, la brecha entre el valor de la fuerza de trabajo y el salario total seguirá siendo proporcionalmente la misma. Si un salario neto del cuadro de gestión contiene, en los cálculos de BEM, una porción de plusvalía del 40%, la aplicación a este salario de una tasa de cotizaciones sociales del 60% se efectuará por igual a ambos componentes del salario, sin cambiar la parte relativa de plusvalía que contiene.
También hay que señalar que nuestros autores no tienen en cuenta las pensiones. ¿Acaso éstas no forman parte de la masa salarial que el capital debe pagar a los trabajadores y, por tanto, no aumentan los gastos de los capitalistas por su mano de obra? De hecho, no es el caso, al menos si se hace la hipótesis que los regímenes de pensiones están en equilibrio, de modo que la pensión que recibe el jubilado es igual a las cotizaciones que se pagaron durante su vida laboral a título de cotizaciones salariales y patronales. Esto nos lleva de nuevo al caso comentado en el párrafo precedente.
2.3 – Pequeña-burguesía y clase media asalariada
BEM se oponen al empleo del término de clases medias. Nosotros por el contrario estamos a favor, especialmente porque cometen un error en el análisis de las tres fracciones que encuentran en la « pequeña burguesía ».
En efecto, consideran que la fracción I (pequeños comerciantes, profesiones liberales) se beneficia de una devolución de plusvalía por parte del capital. Esto no es cierto. La fracción I está compuesta por (muy) pequeños capitalistas, y la plusvalía de la que se benefician les llega normalmente a través de la igualación en la que participan, como todo capital comercial. De hecho, son los únicos verdaderos pequeños burgueses, en el sentido de pequeños capitalistas. Por eso quedan fuera del marco de nuestro análisis, y por dos razones. La primera es que esta categoría social está en franco declive, especialmente los pequeños comerciantes (véanse las cifras del episodio 1). La segunda es que estos pequeños capitalistas son al mismo tiempo trabajadores y propietarios, y que les corresponde dividir sus ingresos brutos entre amortización, salario y ganancia. En estas condiciones, el mecanismo de la llamada devolución de plusvalía no se aplica. Si nuestro estudio excluye a la pequeña-burguesía en sentido estricto, la distinción hecha por BEM entre las fracciones II (administración de la reproducción del capital por parte del servicio público) y III (gestión de la producción y circulación del capital en el sector privado) se mantiene para la clase media asalariada.
Las tres fracciones son la base de una estrategia política por parte de BEM, que busca fundamentar las alianzas que las organizaciones obreras podrían o no formar con tal o cual parte de la « pequeña-burguesía » para lograr la conquista del Estado. Estas consideraciones no nos interesan. Además, ¿las dos fracciones que nos quedan siguen teniendo las orientaciones políticas generales que BEM les atribuyen? No es seguro. En efecto, nuestros autores sitúan la fracción II más bien a la izquierda (posible alianza) y la fracción III más bien a la derecha (no hay alianza). Pero la izquierda y la derecha están actualmente divididas por el impacto de la globalización del capital. En el sector público, tradicionalmente más bien de izquierda, una parte de los funcionarios está a favor de la globalización y el liberalismo. Pueden ser de derecha, en oposición a otros funcionarios que quieren defender el servicio público contra las privatizaciones exigidas por las firmas multinacionales, y que se mantienen fieles a una izquierda, a veces teñida de soberanismo. En el sector privado, más proclive a la derecha, una parte de la gestión, sobre todo en las pequeñas y medianas empresas (PME), teme la competencia de las mismas multinacionales y también opta a veces por un repliegue soberanista (de derecha o izquierda), mientras que otra parte se mantiene fiel a la derecha liberal. Se puede ver que la distinción entre la fracción II y III es quizás útil para el análisis sociológico, pero no para el análisis político.
2.4 – ¿ »Devolución » de plusvalía o sobresalario?
Devolución es el término que BEM utilizan para dar cuenta del pago de un mayor salario a los asalariados de la clase media. Se comprende: estos asalariados han trabajado, han producido plusvalía, y los capitalistas deciden devolver una parte. Esto supone, en primer lugar, que el conjunto de estos trabajadores de la clase media son productivos. Esto no es más cierto que en el caso del proletariado. Dado que la parte improductiva de los trabajadores de la CMA no produce plusvalía, no hay motivo para devolverles una parte de la misma. En general, el capital destina la plusvalía que extrae de los trabajadores productivos a diversos usos, entre ellos la constitución de capital improductivo que emplea a asalariados improductivos. La idea de la devolución de plusvalía a los trabajadores improductivos (proletarios y cuadros directivos) no tiene sentido en este caso. Se trata simplemente de una inversión improductiva. Volvamos a los asalariados de la clase media, productiva e improductiva. El suplemento de salario que reciben como gestores capitalistas no es más que otro posible uso de la plusvalía social disponible. Al igual que esterilizan una parte de la plusvalía social para usos improductivos pero necesarios (policía, ejército, bancos…), los capitalistas dedican una parte a pagar un sobresalario a los asalariados de clase media. « Sobresalario » nos parece un término preferible a « devolución », en particular porque hace que la plusvalía añadida al valor de la fuerza de trabajo no aparezca como tal. No se puede distinguir en el salario total, y ésta es la fuente de muchos errores e ilusiones. La plusvalía jamás aparece como tal en la sociedad capitalista, sino siempre bajo la forma de sus fracciones, como ingresos de diferentes tipos de propiedad (ganancia, interés, renta). El sobresalario va aún más lejos en la ilusión, porque hace pasar un ingreso del capital como un ingreso del trabajo. En todo esto, entonces, el sobresalario no es una devolución de plusvalía, sino otro uso improductivo de la plusvalía social disponible (hay muchos otros). Inmediatamente surgen dos preguntas:
2.4.1 – ¿Por qué el sobresalario no forma parte del valor de la fuerza de trabajo?
He aquí cómo es la jornada laboral de un trabajador de clase media. Como siempre en este tipo de descomposición, se considera que el trabajador es productivo. Tener en cuenta a los trabajadores improductivos no cambia el razonamiento de fondo.
|————TN—————–||——-SS———|————Pv—————|
En la primera parte de su jornada, el trabajador produce el valor de las mercancías necesarias para la reproducción de su fuerza de trabajo. Esta es la parte del trabajo necesario (TN). En cuanto se completa esta primera parte, el trabajador trabaja de forma gratuita para su patrón. No hay ninguna diferencia entre un trabajador de clase media y un proletario en este sentido, en el entendimiento de que ambos son productivos2 en el razonamiento que nos ocupa. Durante su jornada de trabajo, el ingeniero y el operario participan, cada cual en su rol, en la producción de la mercancía que le concierne, como miembros del trabajo colectivo. El trabajador produce los zapatos, el ingeniero diseña la máquina con la que labora el trabajador. Pero, además, el ingeniero « supervisa » al trabajador. Verifica que utilice la máquina correctamente, que no desperdicie materia prima, etc. Esta actividad, que no produce valor, forma parte típicamente del trabajo de vigilancia que el capitalista ejerce sobre sus trabajadores. Llamamos a esta actividad como no-trabajo en tanto que actividad propia de la clase que no trabaja, pero que es propietaria de los medios de producción. Ser propietario no significa estar ocioso mientras el trabajador produce para uno. El propietario no trabaja, pero debe estar constantemente activo para asegurar que aquellos a los que explota trabajen al máximo. Esta actividad forma parte de lo que llamamos como no-trabajo, al igual que el ocio y el disfrute de los propietarios. El trabajo de gestión, incrustado en el trabajo productivo del ingeniero, es en realidad no-trabajo, actividad consistente en hacer trabajar al trabajador, organizar su trabajo para maximizar el rendimiento, etc3. La propiedad capitalista, que, en tanto que propietaria de los medios de producción y explotadora del trabajo, tiene la exclusividad de este no-trabajo, delega una parte del mismo a la gestión, y le paga un sobresalario (SS) para asegurarse de que lo haga a pesar de su no participación en el reparto de las ganancias. No hablamos aquí de los altos directivos de la empresa, que están asociados al capital a través de los paquetes de acciones que poseen y/o reciben como gratificación por sus servicios. Hablamos de todo el personal que, además de producir o hacer circular valor, incluso de forma exclusiva, interviene a todos los niveles para que la producción y la circulación se realicen de forma fluida, sin tirones ni interrupciones. Se trata de todos los capataces, jefes de sección, ejecutivos menores, ingenieros, etc. Una gran parte del personal de la administración pública puede incluirse en esta población.
Por lo tanto, el sobresalario no constituye la cobertura de una mercancía necesaria para la reproducción de la CMA en cuanto tal. En su consumo, el proletario gasta su salario para reproducirse como trabajador disponible en el mercado. Por el contrario, el sobreconsumo no añade nada a las capacidades productivas del ingeniero. Todo lo que se refiere a su reproducción en tanto que ingeniero ya se tiene en cuenta en la parte « valor de la fuerza de trabajo » de su salario. Esto es una forma de decir que el sobresalario no paga el trabajo necesario. Es una parte de los ingresos del capital (la plusvalía) que éste añade a los asalariados de la CMA a título de delegación de la tarea de gestión del trabajo que normalmente corresponde a los capitalistas.
2.4.2 – ¿Por qué el capital paga a los asalariados de la clase media más que el valor de su fuerza de trabajo?
El sobresalario es, pues, una porción de plusvalía que los capitalistas pagan a quienes emplean para que realicen una parte de su tarea. ¿Por qué lo hacen, si ya han pagado al ingeniero, al jefe de sección, etc. el valor de su fuerza de trabajo, es decir, lo suficiente para que se reproduzcan? Si no lo hicieran, el ingeniero sería un proletario, en el sentido de que sólo tendría lo suficiente para reproducirse como ingeniero, sin reservas adicionales. Ciertamente es posible concebir un ingeniero o supervisor proletario. Se les pagaría al nivel del valor de su fuerza de trabajo, y no podrían sobreconsumir ni acumular reservas. Se dedicarían a la parte técnica, productiva, que harían más o menos bien como cualquier proletario. Pero no tendrían ninguna razón para empujar a otros a trabajar. Tampoco tendrían el poder de hacerlo. Es el sobresalario el que materializa este poder, que le confiere autoridad e identificación con la empresa. Es lo que permite al cuadro de gestión regañar, o incluso despedir, sin demasiadas vacilaciones. La posición jerárquica del cuadro de gestión que despide, explicitada por el sobresalario, le tranquiliza de que está actuando por el bien de la empresa, y por tanto, por el bien común (incluso en el caso de suicidios, véase el caso de France Télécom en 2008-2009). Por consiguiente, es el sobresalario el que asocia al cuadro con la gestión de la explotación del trabajo.
En Entre burguesía y proletariado: la gestión capitalista (L’Harmattan, 1989) Alain Bihr llega a la misma conclusión después de algunas vacilaciones. Comienza explicando que el valor adicional en los salarios de la CMA se deriva del monopolio que ésta tendría sobre el conocimiento adquirido en la escuela secundaria y sobre todo en la universidad y en las grandes escuelas. Esto es dudoso. Para Bihr, el sistema escolar está construido de tal manera que la clase trabajadora no puede acceder a los conocimientos necesarios para la gestión capitalista. Como resultado, la clase media dispone de un monopolio sobre este conocimiento. Pero duda, porque inmediatamente añade que « hablar de renta del conocimiento con respecto al « sobrevalor » incorporado al salario del cuadro de gestión no es del todo satisfactorio » (p. 199). Su razonamiento es el siguiente: « el conocimiento socialmente necesario (para la reproducción del capital) se concentra en esta clase [media] en la medida exacta en que estas relaciones [sociales capitalistas] desposeen a todos aquellos que los miembros de esta clase tienen la función de supervisar. En este sentido, el « sobrevalor » incorporado en el salario es menos una renta de conocimiento que una renta de poder. » (p. 200). Y finalmente, Bihr concluye que el salario adicional de la CMA es una forma que tiene el capital de asegurarse los buenos y leales servicios de aquellos cuya tarea es hacer cumplir las órdenes y la disciplina capitalista.
El sobresalario es « para la clase dominante una forma simple, aunque económicamente costosa, de interesar, en el sentido más inmediato de la palabra, a los cuadros de gestión capitalista en el ejercicio de la dominación del capital ». (p. 200)
Esta es la explicación a la que nosotros también llegamos al demostrar que se delega en la CMA una parte de la función disciplinaria que normalmente corresponde a los propietarios de los medios de producción. La clase media asalariada recibe un sobresalario que es al mismo tiempo una prima de sumisión (al capital) y una prima de autoridad (sobre el proletariado).
La jerarquía de los salarios, reforzada por el sobresalario, legitima así el poder del cuadro de gestión capitalista sobre el proletariado, pero también sobre los rangos inferiores del propio cuadro. Porque hay una jerarquía de los sobresalarios. ¿Por qué los capitalistas pagan sobresalarios elevados a unos y bajos a otros? La respuesta probablemente esté en el grado de delegación de tal o cual función de gestión. La jerarquía de los salarios replica la jerarquía en la organización de la empresa. Dependiendo de si tiene que supervisar a un número grande o pequeño de asalariados, su sobresalario será grande o pequeño. Si la cúspide de la jerarquía ganara menos que la base, su poder sería inexistente.
3. – Triángulo (amoroso)
Hemos mostrado que la clase media asalariada es más que una simple capa social definida por niveles de salarios intermedios. Hemos expuesto que el paso progresivo desde los bajos salarios del proletariado a los salarios medios, y luego altos, del cuadro de gestión no es una mera transición estadística, sino que encubre una modificación en la propia naturaleza del salario. Ni el mercado del trabajo, ni las diferencias en el valor de las fuerzas de trabajo son suficientes para explicar la jerarquía de los salarios. Es necesario introducir la noción de sobresalario. Esto se hace analizando la forma en que el capital utiliza la plusvalía social total. La clase media asalariada se define por el hecho de ser la receptora de una parte de esta plusvalía bajo la forma del sobresalario. El capital concede este suplemento de salario para pagar la gestión de la producción y de la circulación del valor y para asegurarse la diligencia y fidelidad de la CMA.
El hecho de que se defina por su funcionalidad y la especificidad de sus ingresos constituye a la clase media asalariada en una clase propiamente dicha. Tenemos al proletariado, definido por su estatus de sin-reservas, a los capitalistas, poseedores de los medios de producción, y a la CMA, caracterizada al mismo tiempo por su trabajo (cualificado) y por la función de gestión que ejerce por delegación de los capitalistas. Esta clase normalmente defiende sus intereses en sus relaciones con las otras clases. Aquí nos encontramos con el triángulo (amoroso) de la lucha de clases, en oposición al esquema de dos clases (el enfrentamiento proletariado/capital) que ha prevalecido por largo tiempo (¿desde Gorter?) en los análisis teóricos de la sociedad capitalista moderna. ¿Qué es lo que cambia? ¿La aparición de la CMA en el sistema de las clases del modo de producción capitalista modifica el estatus de la contradicción entre proletariado y capital como motor fundamental de la reproducción capitalista? La respuesta es no, pero para ello hay que precisar la posición de la CMA en relación a las otras dos clases.
Para comprender la posición de la CMA en el conjunto del proceso de la reproducción capitalista, volveremos a suponer que la CMA es productiva — al menos en la parte « trabajo » de su actividad. Sobre esta base, ¿cómo se sitúa la CMA en la contradicción fundamental del MPC, aquella que existe entre proletariado y capital, entre trabajo necesario y excedente?
Recordemos que una contradicción se define como una relación antagónica entre dos polos, sin que ninguno pueda autonomizarse del otro. Por tanto, sólo pueden resolver su antagonismo haciéndolo evolucionar hacia una superación que anule el problema inicial y/o lo lleve hacia una nueva forma. El enfrentamiento de las clases que genera la sucesión de los modos de producción, así como el enfrentamiento entre proletariado y capital que provoca el paso de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa en el MPC son buenos ejemplos. En ambos casos, la reproducción de la contradicción genera su propio movimiento e historia de forma inmanente. ¿Está la CMA en tal relación con el capital o con el proletariado? Precisamente no. Su propia existencia y evolución derivan de una relación contradictoria que la precede histórica y lógicamente, y que la determina de forma externa. Por lo tanto, es necesario analizar la posición de la CMA en función de las vicisitudes de la lucha proletariado/capital, según nos encontremos en el curso cotidiano de la lucha de clases o según ésta llegue al punto de estallido de la contradicción
3.1 – La CMA en el curso cotidiano de la lucha de clases
A medida que separaba el trabajo manual del intelectual, el capital debió incorporar a un personal cada vez más numeroso para preparar y supervisar el trabajo manual (taylorismo, fordismo). Esta evolución ha engendrado a la clase media asalariada, especializada en el trabajo intelectual. Estos trabajadores, que desde el principio se presentan como auxiliares de los patrones, son, sin embargo, asalariados. Como tales, ¿no entrarán en la lucha contra el capital? Veamos cómo el salario de la clase media asalariada encaja en el conjunto del trabajo social. Consideremos un día de trabajo social:
/—–TNprol– /-TNcma- //-SS–/——PT——–/
El proletariado trabaja una parte de su jornada para crear el equivalente a su salario (TNprol). La CMA productiva también debe trabajar para pagar el valor de las mercancías necesarias para su reproducción (TNcma). TNprol + TNcma representan el conjunto del trabajo necesario de la sociedad. El resto de la jornada de trabajo es plustrabajo (PT). El salario de la CMA se incrementa con el sobresalario (SS), tomado de la masa de plusvalía creada por el trabajo excedente (plustrabajo) de los proletarios y de la CMA (esta masa es igual a SS+PT en nuestro esquema). Representada por TNcma+SS, la clase media se sitúa entre el proletariado y el capital. La CMA es, pues, un ser híbrido. Como recibe un salario, se enfrenta al capital cuando considera que este salario es demasiado bajo. Puede entonces encontrarse asociada a las reivindicaciones del proletariado. Pero en tanto que recibe un sobresalario, tenderá a asociarse con el capital para reforzar la producción de plusvalía del proletariado. Según las circunstancias y sus intereses, la CMA se asocia, pues, a una u otra de las dos clases fundamentales del MPC.
3.1.1 – La CMA contra el capital
Cuando la CMA se asocia con el proletariado contra el capital, es para defender su salario, es decir, lógicamente, su sobresalario. Pues si los salarios de la CMA son atacados, la primera adaptación consiste en reducir (¿momentáneamente?) el sobreconsumo para seguir siendo reproducible en su estatus de CMA. Es la misma defensa del sobreconsumo y del estatus que observamos cuando la CMA lucha sola (aparte de la participación de algunos proletarios individuales) contra el capital. En estos casos, generalmente pierde. A menudo lo hace a través de luchas medioambientales (Gezi 2013, China), pero también a través de luchas « democráticas » como Occupy Wall Street. Este movimiento protestó esencialmente contra el 1% más rico de la sociedad que domina al 99% restante. Quería conseguir que el presidente Obama ordenara una comisión presidencial para acabar con la influencia del dinero en los miembros electos del Congreso en Washington. ¡Nada menos! Detrás de estas posturas bienintencionadas está el hecho de que la concentración de la riqueza y el poder en una pequeña minoría en la cima de la sociedad significa que la propia CMA está perdiendo su riqueza e influencia. Su sobresalario se ve amenazado, como demuestra el crecimiento desmedido del crédito estudiantil en Estados Unidos. Otras protestas políticas responden a una lógica similar cuando la CMA defiende su sobreconsumo frente a la inflación y las penurias « económicas » (Venezuela) o « políticas » (Irán).
3.1.2 – La CMA contra el proletariado
A la CMA se le paga para que actúe en contra de los intereses inmediatos y cotidianos de los proletarios. Por regla general, cumple su tarea desde la más mínima reivindicación o la más pequeña protesta. Hace todo lo posible para frenar la más mínima iniciativa de resistencia en el proletariado, ya sea mediante un discurso conciliador, la amenaza de sanciones, el sabotaje de la huelga o el trabajo de « esquirol ». Es aquí donde se justifica su sobresalario. También lo hace cuando, en un movimiento amplio en el que estaba inicialmente asociada al proletariado, se vuelve contra él cuando ha obtenido satisfacción o ha renunciado a la lucha. Considera entonces que es el momento de que los trabajadores vuelvan al trabajo y produzcan la plusvalía necesaria para el sobresalario.
Sólo para poner un ejemplo, ese giro pudo observarse en Egipto cuando el general Al-Sissi anunció, en los primeros días de julio de 2013, la destitución de Morsi, presidente de la República, y la toma de facto del poder por los militares. Tenía detrás de él, en la televisión, al Gran Imán de Al-Azhar, el Gran Jeque, al Secretario General del partido Nour (salafista), al Premio Nobel El-Baradei y, por último pero no menos importante, a Mahmoud Badr, el joven líder de la masiva campaña de Tamarrod, que condujo a la gigantesca manifestación del 30 de junio de 2013 contra Morsi y a su destitución, a pesar de haber sido elegido democráticamente. Esta es una representación muy amplia de las diferentes categorías de la clase media egipcia. Poco importan las ilusiones que se hicieran estas personas sobre el espíritu democrático que reinaba en las altas esferas del ejército. Lo que es seguro, es que Morsi y su Hermandad Musulmana no habían logrado poner fin a la ola de huelgas que se inició antes de la caída de Mubarak (febrero de 2011), y que esta ola se detuvo casi completamente en el segundo semestre de 2013, tras el golpe de Estado de Sissi.
3.1.3 – Posición de la CMA en la contradicción proletariado/capital
¿Situándose a veces en un campo, a veces en el otro, la clase media asalariada desempeña un rol en la reproducción de la contradicción que fundamenta la sociedad capitalista? Sí, pero este papel debe ser aclarado.
En la medida en que, asociada a uno de los dos polos de esta contradicción, pesa en contra del otro polo, la CMA contribuye a acentuar el enfrentamiento. Así, cuando exige un aumento salarial, amenaza las ganancias del capital y empuja al capital, del mismo modo que el proletariado, a adaptarse buscando nuevas fuentes de plusvalía, o aumentos de productividad, etc. « Del mismo modo », pero no con la misma fuerza que el proletariado. En primer lugar porque la CMA es menos numerosa que el proletariado, pero luego y sobre todo porque es menos reivindicativa. Esto es normal, ya que dispone de reservas. En general, el curso cotidiano del enfrentamiento entre clase media y capital es bastante tranquilo. Es evidentemente la existencia del sobresalario lo que explica esta calma. Porque el sobresalario permite el sobreconsumo, y elimina normalmente la obligación, que pesa sobre el proletariado, de luchar por lo necesario.
A la inversa, cuando actúa contra el proletariado, la CMA refuerza la explotación de éste y favorece el aumento de las ganancias del capital. En consecuencia, empuja al proletariado a la resistencia, incluso a la revuelta, y así reactiva el mecanismo que profundiza continuamente la contradicción entre las dos clases fundamentales.
La CMA aparece así como un elemento auxiliar en la contradicción proletariado/capital. Esto es otra forma de decir que ella misma no se encuentra en una relación de contradicción con una u otra de las clases. En su relación con el capital, y en la medida en que es productiva, es explotada, porque produce plusvalía. ¿La explotación que sufre la convierte en « anticapitalista »? No, ya que también se define por su sobresalario, que es una parte de la plusvalía social. La relación de explotación en la que se encuentra es compensada en cierto modo por el sobresalario. Como hemos visto, la CMA está en una relación antagónica, pero no contradictoria con el capital. Se opone a él para aumentar su salario, pero por encima de todo no quiere que el capital cese, o reduzca, la explotación del proletariado que es de donde proviene la gran masa de la plusvalía. De ahí su infatigable reformismo, incluso cuando se tiñe de aires « radicales ».
En su relación con el proletariado, la CMA es también una auxiliar de los capitalistas. Favorece la explotación del proletariado, pero no lo explota directamente. De hecho, el sobresalario no aparece socialmente como una parte de la plusvalía, y no es una sustracción que los empresarios realizarían posf-festum a sus ganancias. En general, no existe una correlación visible e individual entre el afán anti-proletario de tal o cual asalariado de la CMA y el nivel de sobresalario: no se trata de una prima directamente proporcional al número de medidas disciplinarias que el pequeño jefe le infligirá al trabajador. El sobresalario tampoco varía en función de los balances trimestrales de las empresas. La CMA no controla la obtención ni el uso de la plusvalía. Son los capitalistas quienes se la embolsan y la reparten entre los diferentes usos posibles. La CMA participa en la ejecución de las decisiones que siguen: invertir, contratar, despedir, etc. Pero ella misma no es más que asalariada, y el capital a veces se lo recuerda brutalmente.
Pues sucede que la CMA se rebela masivamente contra el capital (Venezuela, Túnez, Egipto) para apoyar reivindicaciones sustanciales. La represión a la CMA, y no sólo al proletariado, es entonces proporcional a su combatividad. Más adelante examinaremos algunas de estas revueltas. Observemos aquí que la reabsorción de estas revueltas apenas constituye la superación de una contradicción (o su reformulación a un nivel superior), en el sentido de que, sea cual sea el resultado del enfrentamiento entre CMA y capital, el retorno a la normalidad no depende de la relación CMA/capital, sino de la relación proletariado/capital.
3.2 – La CMA en la ruptura de la relación proletariado/capital
Explotada pero recibiendo una parte de la plusvalía, « explotando » pero sin embolsarse ella misma las ganancias, la clase media asalariada no desempeña por lo tanto más que un rol auxiliar en la mecánica de la contradicción fundamental del MPC, que se rige fundamentalmente por la lucha entre proletariado y capital por el reparto de la jornada de trabajo. Esta contradicción es una realidad para la CMA. En particular, no es la CMA la que empuja esta contradicción hasta su punto de ruptura. La CMA no tiene ni la voluntad ni los medios para romper la relación de presuposición recíproca que mantienen las otras dos clases entre sí. Pero cuando esta ruptura se produce, cuando el proletariado se levanta contra los capitalistas, ¿qué hace la clase media asalariada? La pregunta es más bien platónica, porque una situación así no ha ocurrido desde los años en torno a 1968 en Francia e Italia —e incluso entonces, no se trataron de verdaderas insurrecciones, sino sólo de situaciones que nos permiten aproximarnos a ellas.
Más adelante trataremos de analizar con mayor profundidad la situación de la CMA en un contexto de ruptura insurreccional. Por el momento, basta con que deduzcamos, a partir del lugar que ocupa la CMA en la relación de explotación, que una ruptura de esta relación es necesariamente perjudicial para ella, ya que la producción de plusvalía se paraliza en todas las zonas donde el proletariado se encuentra insurrecto. En todas estas zonas, no es posible ninguna alianza entre la CMA y el proletariado revolucionario. En el enfrentamiento del proletariado insurgente contra el capital, la CMA se pondrá del lado del capital participando (activa o pasivamente) en la represión.
Sin embargo, las fracciones más avanzadas de la CMA se esforzarán por reducir el conflicto a un nivel más cotidiano, que permita la negociación. Podrán hacerlo captando apoyo en las zonas en donde la insurrección aún no ha comenzado, o bien ya ha sido derrotada. En la medida en que intervenga, la CMA intentará, pues, llevar el conflicto entre el proletariado y el capital al nivel de la negociación, nivel en donde se restablece la producción de plusvalía, aunque los conflictos continúen. Todo el personal político y sindical hará lo posible para conseguirlo, pero la CMA como tal también puede contribuir participando en la lucha. Se asociará al proletariado para exigir aumentos salariales, y añadirá a esto la reivindicación de reformas institucionales. Se incorporará así, junto a una parte del proletariado, en una forma avanzada de contrarrevolución, promoviendo luchas que irritarán a ciertos capitalistas, demostrando así su sinceridad « anticapitalista ». La clase media podrá apoyar las « propuestas constructivas » de la parte del proletariado que no esté comprometido en una práctica de pura confrontación, pero que quizás luche de todos modos, haga reivindicaciones, etc. Además, podrá « capitalizar » las derrotas o los retrocesos del proletariado insurgente para convencer al menos a una parte de éste en la causa de las « reformas » y el « realismo ». Y para impulsar sus propuestas contrarrevolucionarias, llegará a hacer el trabajo sucio contra las fracciones más incontrolables del proletariado, en la medida en que sus intentos de aislar a estas fracciones hayan tenido éxito.
En una fase de profunda crisis y de ruptura de la presuposición recíproca de las clases, no es pues concebible ninguna alianza entre la CMA y el proletariado revolucionario. Sólo en la versión programática de la teoría, el proletariado podía contemplar la posibilidad de arrastrar políticamente al menos a una fracción de la clase media (en parte no asalariada) a su revolución —y no necesariamente hasta el final. Hoy en día, esta perspectiva ya no es aplicable. A veces se encuentra de forma irrisoria en los textos militantes, incluidos los presuntamente cercanos a la comunización. Por ejemplo:
“Es a una minoría de proletarios actuales y futuros que se niegan a trabajar (trabajadores, estudiantes secundarios), pero también a desertores de su clase (estudiantes insumisos, miembros subversivos de la dirección, etc.) a quienes corresponde exhortar —sin dirigir como vanguardia— a esta subjetividad viva resistente en cada uno, contra el homo economicus que hay en ellos y contra la ideología del trabajo y sus defensores.” (Comité érotique révolutionnaire, Liberémonos del trabajo —a partir de la primavera de 2016, Ed. Divergences 2016, p. 47)
La clase media se nos presenta aquí bajo la forma del militante que viene al encuentro del proletariado, no para dirigirlo, ciertamente, sino para exhortarle a purificarse de los intereses económicos que alimenta.
O de nuevo:
“Nos hace falta ir al encuentro, en todos los sectores, sobre todos los territorios en que habitamos, de aquellos que disponen de los saberes técnicos estratégicos. […] Este proceso de acumulación de saber, de establecimiento de complicidades en todos los dominios, es la condición de un retorno serio y masivo de la cuestión revolucionaria.” (Comité Invisible, A nuestros amigos, La Fabrique 2014, p. 96)
Aquí, el militante va al encuentro de otros miembros de la clase media asalariada, aquellos que poseen los saberes necesarios para la producción. Por supuesto, no se trata de ser sus comisarios políticos, sino sus cómplices, sus compañeros.
La gran ingenuidad de tales propuestas radica en que las opciones políticas e ideológicas de los individuos priman sobre la pertenencia de clase, que sólo juega un rol accesorio; estos argumentos sólo tienen sentido en una sociedad que —en la prosperidad o en la recesión— da vueltas y vueltas y, por lo tanto, permite el enfoque político —por inútil que sea—. Cuando la clase media busca una alianza con el proletariado, la concibe bajo la forma de la política. En la comunización no habrá política revolucionaria, ni mucho menos una alianza política entre proletariado y CMA. Frente a proletariado buscando negarse a sí mismo, abolir inmediatamente las clases y superar el trabajo y la economía, la clase media asalariada se verá abocada a defender el salario y sobresalario. En su participación en las tentativas de contrarrevolución, la CMA se encontraba una situación favorable para hacer valer su conocimiento productivo y de gestión. Encontrará allí la base para una doble alianza, con una fracción del proletariado por un lado y con una fracción « progresista » de la patronal por otro, y desempeñará así su rol de auxiliar en la contradicción proletariado/capital.
4. – La clase del malentendido (quiproquo4)
Intentemos concluir. La aparición de una tercera clase dentro del modo de producción capitalista no modifica fundamentalmente el análisis que se puede hacer de él. La contradicción proletariado/capital sigue siendo el único motor de la evolución de la sociedad capitalista, y la CMA sólo interviene en esta evolución de forma auxiliar, como intermediario. Además, sus propias intervenciones sólo pueden explicarse por los avatares de la relación de explotación del proletariado, que es el principal determinante de la masa de plusvalía disponible y, por tanto, de las posibilidades de sobresalario. Entonces, ¿por qué introducir a la CMA en la relación social global? En primer lugar, porque se trata de una masa relativamente importante de la población, que no puede ser clasificada ni en la burguesía ni en el proletariado. Y es posible definirla como una clase sobre la base de los mecanismos fundamentales de la reproducción del MPC. En segundo lugar, porque la clase media se encuentra en lucha, al menos desde principios de este siglo, y así se da a conocer en su especificidad. Sin duda, estas luchas son de interés secundario para nosotros. ¿Qué nos importa si Ben Ali y Mubarak son depuestos o no? ¿Qué interés tenemos en que Moussavi sea o no elegido en Teherán (2009)? La respuesta es, por un lado, que el análisis de estas luchas forma parte de la actividad normal de la teoría comunista, que debe comprender todos los avatares y sobresaltos de la sociedad capitalista. « Comprender », pero también evaluar. Es decir, procurar ver la relación que puede haber entre la CMA como realidad socio-histórica y la posibilidad del comunismo. Para nosotros, el análisis de la sociedad capitalista sólo tiene interés a condición de que nos permita avanzar en la comprensión del comunismo, de su posibilidad, de los obstáculos a los que se enfrenta. Sucede que las recientes luchas de la clase media asalariada han dado lugar a muchos quiproquo. La clase media está muy presente en muchas de las luchas recientes en todo el mundo, y a menudo complica la comprensión de las mismas, especialmente al incitar a muchos críticos a ver una revolución donde no la hay, o a ver al proletariado en primera línea cuando está detrás de los acontecimientos. Por ejemplo, y sin llegar a hablar de revolución, el movimiento francés de 2016 contra la Ley del Trabajo ha suscitado muchas esperanzas y análisis que lo sobrevaloran enormemente. Una parte de la clase media francesa jugó a la insurrección, junto a una pequeña fracción del proletariado que reclamaba, aunque de forma poco lúdica en general. Este conflicto será el tema de nuestro próximo episodio.
B.A. – R.F.,
Junio de 2017
Traducido por Irrupción ediciones
1 Franco Francés. [N. Del T.]
2 En cuanto a los trabajadores improductivos, el valor de su fuerza de trabajo se establece igualmente a partir del valor de las mercancías que necesitan para reproducirse. La única diferencia es que no es su trabajo el que produce este valor, sino el de los trabajadores productivos que han generado la plusvalía necesaria para pagarles.
3 Ver Bruno Astarian, Le Travail et son dépassement, Senonevero, 2001, primera parte.
4 Tomar una cosa por otra, o malentendido. [N.del T.]