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La comunización como salida de la crisis

Bruno Astarian
Febrero 2010
Traducido por Carlos Lagos P., del artículo “La communisation comme sortie de crise”, publicado en
www.mondialisme.org/spip.php?article1438
Este texto, aparecido en Echanges nº 131, es una contribución a un debate sobre la crisis y sus
salidas posibles. Se trata de un análisis deliberadamente resumido. No se desarrolla la crítica del
programatismo – ya hecha abundantemente – y sólo se evocan aquellos aspectos del reciente
movimiento social que confirman la tesis de la comunización.
1. Inmediatez del comunismo
1.1. Definición y origen
No debemos confundir inmediatez con instantaneidad. Cuando decimos inmediatez del comunismo,
estamos afirmando que la revolución proletaria ya no tiene como objetivo crear una sociedad de
transición, sino instaurar directamente el comunismo. O sea: algo más complicado que la conquista del
poder político, que hacer alianza con otras capas sociales, y que llevar a cabo una transición sobre ese
terreno (extinción gradual del Estado, etc.).
La noción de inmediatez del comunismo no ha salido de la nada. Apareció con la crisis de los años
1960-1970, a partir de la impotencia política de la izquierda y de la incapacidad de los izquierdistas para
comprender el rechazo al trabajo. Hoy, todas las tentativas programáticas parecen irrisorias. En cuanto al
anti-trabajo, hoy vuelve a manifestarse con más fuerza que en los años 70 (en China, Bangladesh y hasta
en los países industrializados).
1.2. La comunización como proceso
Comunización no significa que el comunismo será insaturado mediante un golpe de varita mágica. Será
un proceso de lucha, con avances y retrocesos de la revolución. Lo que esto significa es que las acciones
que emprendan los revolucionarios apuntarán a la abolición del trabajo y del valor, y de todo lo demás
(familia, patria), aquí y ahora. Cuando la revolución ataque la propiedad capitalista, no lo hará para
entregarle al proletariado esa propiedad que antes no poseía, sino para ponerle fin a toda forma de
propiedad, en seguida. Es imposible describir ahora tal proceso en detalle. Sin embargo hay que tratar de
precisarlo, para tener una idea mejor de hacia dónde vamos y para saber, llegado el momento, distinguir
entre revolución y contrarrevolución.
2. Respuesta a la crisis y comunización
Cuando la crisis estalla, el proletariado se subleva porque la no compra de su fuerza de trabajo le
excluye de las relaciones sociales y de todo vínculo con la naturaleza. Al sublevarse, los proletarios
despliegan una respuesta a la crisis que en sí constituye la matriz de todo lo posible, y que es el único
lugar de donde puede surgir el comunismo. Si bien la teoría no siempre definió al comunismo del mismo
modo, todas las definiciones y estrategias han partido de lo que el proletariado hace al responder a la
crisis. Ahora bien, sólo podemos hablar de respuesta a la crisis en el caso de un levantamiento
generalizado del proletariado, y no en el caso de un conflicto aislado en una o algunas empresas, por
“ejemplar” que ese conflicto sea.
La respuesta a la crisis descansa en dos elementos esenciales: la individualización/desmasificación del
proletariado, y la expropiación de la propiedad capitalista para suplir las necesidades de la lucha – no para
volver al trabajo sin patrones. Si la crisis abierta en ese momento se profundiza hasta el punto de
provocar una insurrección proletaria de proporciones, reencontraremos una vez más estos dos elementos,
marcados por los rasgos históricos de nuestra época. La desmasificación del proletariado será tanto más
nítida por cuanto es un proceso que ya ha sido puesto en marcha por el capital post-fordista. Desear un
regreso a los buenos días del obrero masa es un sueño contrarrevolucionario. En cuanto a la propiedad
capitalista, ésta tiene dos características:
• Por una parte, nada se le escapa. El capital se ha apoderado de la vida entera al punto de que,
haga lo que uno haga, siempre está en sus dominios. Cuando la crisis estalle, el proletariado no
podrá hacer nada sin invadir la propiedad capitalista. Hasta una simple manifestación le obliga a
ocupar el asfalto municipal. Hoy, se le deja hacer. Mañana eso mismo será ilegal. Toda acción
del proletariado en su actividad de respuesta a la crisis le obliga a enfrentarse al capital para
tomar posesión de una parte de la propiedad y dar así objetividad a su existencia, que no es sino la
de un sujeto puro1. Y en la crisis actual el monopolio de la propiedad capitalista es tan total que
hoy como nunca antes el proletariado no tiene ninguna posibilidad de repliegue. Está con la
espalda contra la pared. El capital ha suprimido, por ejemplo, toda posibilidad de repliegue en el
campo;
• Por otra parte, los bienes de propiedad capitalista están poderosamente marcados, en su valor de
uso, por las necesidades de valorización. Por esta razón, la respuesta a la crisis buscará sobre todo
destruir y desviar. No hay que descartar que el proletariado se apodere de una cadena de
montaje, pero sí que la use para producir automóviles.
1 La expropiación tiene lugar como interacción entre individuos del proletariado. Ya no hay más automatismos de las
relaciones de clase. Si el proletariado es forzado a sublevarse, harán falta, a pesar de todo, individuos para sacar los primeros
ladrillos, para romper los primeros escaparates. Es decir, la actividad de crisis gana un grado de libertad en relación con la
prosperidad. Todavía no es el reino de la libertad, pero sí es el grado que le da a los insurrectos el sentimiento de que todo es
posible.

2.1. « Producción » sin productividad y abolición del valor
Es a partir de la respuesta a la crisis, y para salir de la crisis, que va tomando forma la comunización. La
comunización no responde a un ideal o a una consigna política. Es la solución de las dificultades que el
proletariado encuentra para reproducirse en el transcurso de su actividad de crisis. Se trata de una lucha
contra el capital para asegurar su propia supervivencia, nada más. Cuando las alternativas proletarias
contrarrevolucionarias demuestren su ineficacia para salvar económicamente al proletariado, la
comunización producirá el salto hacia la no-economía. La paradoja es que cuanto más profunda es la
crisis e inmensas son las necesidades de los proletarios, más la solución consiste en dar la espalda al
productivismo. La « producción » sin productividad no es una función productiva propiamente tal. Es una
forma de socialización comunista de los hombres, donde la producción ocupa por cierto un lugar, pero
sin estar sujeta a una medida de tiempo ni de ninguna otra especie (ingresos, número de hombres
implicados, resultado productivo). Según la correcta fórmula de Thèorie Communiste, se trata de una
“radical no contabilización, sin importar de qué se trate”.
Tratemos de ver las cosas en dos fases:
· Durante la fase de descenso a los infiernos de la crisis, la reproducción del proletariado
queda asegurada principalmente por la recuperación indiscriminada de bienes. Incluso en una
economía del tipo “justo a tiempo”, existen stocks en bodega. La respuesta a la crisis
consistirá (entre otras cosas) en apoderarse de ellos. Ya en esta fase, podemos imaginar la
divergencia entre una vía contrarrevolucionaria que pretenda contabilizar, reagrupar los
bienes, coordinar su distribución, hacer respetar criterios de derechos y deberes, etc.; y una
vía comunizadora, que rechace a la vez la economía del pillaje y la formación de entidades
superiores de distribución, aun si son elegidas democráticamente, etc. Esta segunda vía
insistirá en que la profundización local de la crisis, la gratuidad absoluta, valen más que la
estabilidad de la nación;
· En la segunda fase, la de salida de la crisis propiamente tal, la producción proseguirá.
El problema consiste entonces en saber cómo puede reanudarse la producción sin trabajo, sin
productividad ni intercambios.
El principio de « producción » sin productividad supone que la actividad de los hombres y sus relaciones
son más importantes que el resultado productivo. La producción puede proseguir sobre esta base porque
ya no hay más “otros(as)”. Para poder desarrollar esta producción sin productividad, hay que abolir el
valor en sus dos formas:
· Valor de cambio: si no se contabiliza nada, si la actividad sólo se justifica por el producto
que hace aparecer, entonces dicha actividad no tiene ningún contenido abstracto;
· Valor de uso: el valor de uso se distingue de la utilidad simple porque posee, además, un
contenido abstracto. En el caso de la mercancía la utilidad debe ser general, o acorde al
promedio, para que pueda satisfacer a un usuario desconocido, cuya necesidad particular se
ignora (producción en serie, estandarizada). La producción sin productividad es una actividad
particular de individuos particulares, realizada para satisfacer unas necesidades expresadas
personalmente. El mismo uso de los objetos producidos lleva en sí la marca de esa
particularidad. Es la anti-normalización. El carácter necesariamente local de la comunización
contribuye a eso.

En la revolución comunista, el acto de producción no será nunca solamente un acto productivo. Si unos
cuantos individuos deciden instalar una panadería, no lo harán para producir un número determinado de
panes, sino para socializar, para cultivar sus afinidades produciendo pan2.
Además, el pan que produzcan estos proletarios no corresponderá a una categoría general, sino que será el
pan particular que se les haya solicitado tal o cual día. Finalmente, puede que el aprovisionamiento de
harina para nuestros panaderos corra el riesgo de ser aleatorio, por lo menos en un primer momento, si los
proletarios que están en el molino siguen estos mismos principios. Ciertos días no habrá harina porque los
que estaban en el molino prefirieron discutir sobre el amor y el sentido de la vida. ¿Qué eso sería el
caos? Digamos simplemente que ese día no habrá pan. Hay que asumirlo. Otra alternativa es que alguien
fije un plan, con cantidades y plazos, y que otros(as) lo acaten. En tal caso no sólo se restablecería el
Valor. De hecho una experiencia proletaria de ese tipo no tiene ningún futuro: si funciona los proletarios
perderán rápidamente sus derechos (restauración del trabajo asalariado bajo una forma u otra); si no
funciona se verán devueltos al viejo cuadro de desempleo y salarios impagos. Es probable, en todo caso,
que la solución comunizadora no se presente sino hasta que hayan sido jugadas una o varias partidas de
ajedrez de este género.
De modo general, retengamos que la comunización reemplaza la circulación de bienes entre
“productores asociados” por la circulación de individuos entre diversas actividades. Esto implica sobre
todo que:
· Los “lugares de producción” no tendrán personal permanente, y producirán o no producirán
según la motivación y el número de donaciones requeridas. La razón es que los “lugares de
producción” serán ante todo lugares de encuentro y de vida;
· Por lo menos en un primer período, la comunización se hará localmente, no porque la lleven
a cabo unos “comunautas autárquicos”, sino porque consistirá en iniciativas totalmente
controladas por los participantes. La comunización será una nebulosa de iniciativas locales.
Es, me parece, a este nivel local donde la comunización puede demostrar que mejora en
seguida la vida de los proletarios. Y este aspecto es fundamental: los proletarios harán la
revolución para vivir mejor, no por lealtad a un ideal. Ahora bien, al querer entrar demasiado
en detalles, acabaríamos por trazar el esquema de una economía tan vinculante como la de
una sociedad de transición. Pero al mismo tiempo, cómo no intentarlo (mostrando de paso la
pobreza de nuestra imaginación) para hacer palpable que todas las soluciones aportadas por
la revolución comunista tienen como principio el poner por delante la actividad y no su
resultado; para decir que el “resultado” más importante de la actividad humana es ella
misma. Los individuos circularán entre diversas actividades en función de sus afinidades, y
cada etapa de esta circulación será un momento de su reproducción. Los productos circularán
con estos individuos, pero sin intercambio. Los que hagan salchichas se irán luego a una
cantina local sin preocuparse de obtener algo a cambio, ya que esas salchichas no les habrán
costado nada, ni siquiera trabajo.
2 Hicimos observar que, en la intensificación del desempleo en Argentina, algunos piqueteros tenían más o menos este
discurso. Ver: Bruno Astarian, El Movimiento de los piqueteros, Argentina 1994-2006, en Echanges et Mouvement, mayo de
2007, especialmente las páginas 37 y 52.

2.2. « Consumo » sin necesidad
El reino de la necesidad no es aquel donde las fuerzas productivas son insuficientes para asegurar una
abundancia que no se sabe exactamente dónde comienza. El reino de la necesidad es aquel donde la
existencia de la propiedad impone a los que no son propietarios la amenaza continua de dessocialización
y de muerte. Esta es la causa de que hoy en día la gratuidad o los bajos precios provoquen
reacciones de acaparamiento y de sobre-consumo. En el comunismo, este miedo a la escasez
desaparecerá junto con la propiedad. Cada uno estará seguro de poder comer, gratuitamente, lo que
otros(as) hayan aportado y lo que otros(as) hayan preparado. En estas condiciones, ¿por qué iba uno a
querer sobre-consumir y acaparar alimentos en su despensa bajo el pretexto de que son gratuitos? Todo
será gratuito y seguirá siéndolo. Porque todo será producido por personas para quienes, en cierto modo,
las salchichas serán sólo el subproducto de unos días de discusión sobre el sentido de la vida.
La gratuidad es una noción difícil de manejar. Me parece que, para hablar del comunismo, es mejor
entender la gratuidad en el sentido de los « gestos gratuitos » y no tanto en el sentido de los “productos
gratuitos”. Por una parte, es obvio que las iniciativas comunizadoras impondrán la gratuidad dentro de su
campo de acción. Pero por otra parte y sobre todo, esta gratuidad significa más que “precio = cero”, y no
hay que figurársela como la gratuidad de unas mercancías que se pueden obtener sin dinero. Lo que está
en juego aquí es la no-remuneración de la actividad de los comunizadores. Por otra parte, es obvio que
los proletarios que se lancen a la comunización lo harán sólo después de haber intentado, en vano,
obtener un salario o una retribución por su actividad. La gratuidad, en el comunismo, es la del ser para
sí, en una actividad totalizante que rompe las separaciones, por ejemplo, entre « producción » y
« consumo ».
Producción sin productividad, consumo sin necesidad… son dos expresiones, en el vocabulario limitado
de que disponemos, para señalar una misma actividad unificada y libre.
3. Revolución, contrarrevolución, represión
La comunización avanzará ampliando progresivamente el área de las expropiaciones. La propiedad,
ciertamente, no se quedará de brazos cruzados. Echará mano a las variadas cuerdas que tensan su arco.
La contrarrevolución no es únicamente militar.
3.1 Sutilezas de la contrarrevolución
Una parte de la oposición a la comunización vendrá de las filas del proletariado mismo. En una situación
dada, es posible que la opción autogestionaria y la opción comunizadora se vean enfrentadas. Por
ejemplo, el cuidado de los niños durante la actividad de crisis dará lugar seguramente a tentativas de
autogestión de las escuelas. Frente a ello, una corriente comunizadora propondrá la abolición pura y
simple de las escuelas – mientras que por otra parte, probablemente, los alumnos se encargarán de
expresar su opinión directa y violentamente (como en Grecia). Evidentemente, la abolición de las
escuelas plantea de inmediato un montón de preguntas acuciantes: ¿Quién va a ocuparse de los niños?
¿Qué van a aprender? ¿Necesitan de establecimientos dedicados a ellos? ¿No es mejor que se instruyan
jugando en las alamedas de la revolución? Como todo problema de la revolución, éste existirá sólo
locamente para los habitantes del barrio (¡nada de ministro de educación!). La solución que se lleve a
cabo localmente, más o menos buena, no exigirá proezas de productividad (nada de construir escuelas,
nada de formar profesores, nada de redactar programas), y se irá ajustando en función de cómo
evolucione la situación. El éxito o el fracaso de tal iniciativa no se juzgará por su precisión teórica, sino
por su capacidad o no de mejorar la vida de los proletarios (padres y niños) que la emprendan. A pesar de
nuestra dificultad para imaginarnos una vida sin trabajo ni valor, el análisis (y ciertas experiencias de
respuesta a las crisis) nos permite afirmar que una vez que la crisis alcance cierto grado de desarrollo, la
solución comunizadora será más apta para mejorar la vida que cualquier fórmula autogestionaria. Y lo
que se ha dicho aquí sobre la escuela vale para todas las instituciones actuales.
3.2. Rehusar toda militarización
Si tal movimiento local se extiende como una mancha de aceite, si la autogestión no basta para impedirlo,
se hará sentir, evidentemente, la más violenta represión. La historia nos muestra que la propiedad no
retrocede ante ninguna masacre. Sin embargo creo que sería una grave incomprensión de los triunfos
específicos del proletariado predicar la militarización, aunque sea « revolucionaria », del movimiento. No
hay un solo ejemplo en la historia donde la militarización, hasta la más flexible y democrática, no haya
abierto de par en par las puertas a la contrarrevolución. No es posible entrar aquí en detalles, pero
podemos a pesar de todo indicar que, si la crisis alcanza una intensidad tal que haga avanzar la
comunización, la propia burguesía se verá afectada y, por más mimado que esté, su personal represivo
no será inmune a la crisis. No es que la policía vaya a sucumbir moralmente frente a la fuerza del ideal
revolucionario, pero sí se verá empujada a amotinarse por razones muy materiales (como en África del
Sur). Desde luego, el rechazo de cualquier atisbo de militarización no implica en absoluto un rechazo de
la violencia en general.
Conclusión
La abolición del valor, la destrucción del capital y la auto-supresión del proletariado aparecen como
momentos misteriosos o místicos sólo si se los contempla a la luz de un proceso insurreccional como el
del antiguo movimiento obrero, que afirmaba la identidad “trabajadora” de la clase obrera y que se
fijaba como meta llevar al proletariado (en realidad a sus representantes) al poder político. Hasta ahora
los comunistas habían chocado con estos problemas sin poder resolverlos, y no habían encontrado otra
solución que esgrimir la “sociedad de transición” con tal de esquivar el bulto. La sociedad de transición
es una ilusión, lo mismo que la gradual extinción del Estado.
Desde la crisis de los años 60-70, el proceso mismo que enfrenta a las clases sociales ha empezado a
clarificarnos este problema. La reciente evolución de las relaciones entre clases nos ha ayudado a
comprender incluso mejor que el propio Marx la naturaleza más profunda de la sociedad capitalista, del
valor, del trabajo, y por lo tanto de su abolición. Esto nos permite prever desde un punto de vista más
próximo lo que será el comunismo y el proceso revolucionario de comunización que lo creará.
Cuanto más profunda se haga la crisis, más habremos avanzado en esta dirección.
B. A. Agosto
de 2009

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